En el capítulo 647 de ‘La Promesa’, Manuel se enfrenta al retrato de Cruz en el salón, decidido a decirle todo lo que lleva guardado en el corazón desde su caída.

Manuel, de pie en el salón frente al imponente retrato de Cruz, no puede evitar descargar toda su rabia contenida. Con voz firme, le recuerda que ese lugar ya no le pertenece, que su presencia, aunque inmortalizada en un lienzo, no hace más que traer recuerdos de dolor.

“Quiso hacer de ‘La Promesa’ su hogar y acabó destruyéndolo”, espeta con amargura, repasando en su mente todas las heridas que dejó a su paso.

Sus palabras se clavan como cuchillas: “¿Tanto le costaba aceptar a Jana, a su propio nieto, al hijo que esperaba con la mujer que amo?”. La tensión en el ambiente es palpable, como si el cuadro pudiera absorber su enojo.

Manuel da un paso más cerca, con una mezcla de tristeza y desprecio en la mirada: “Qué le voy a hablar a usted de amor si no sabe lo que significa… Con Jana descubrí lo que es el amor”. El eco de sus frases resuena en el salón vacío, como un juicio final.

Y, sin apartar la vista del retrato, sentencia con frialdad: “Va a pudrirse el resto de su vida en una celda”. Un silencio sepulcral envuelve la estancia, mientras Manuel abandona la sala, dejando atrás no solo un cuadro, sino una historia marcada por el rencor y la traición.