‘La promesa’ (Mejores momentos): Manuel recupera la ilusión

Manuel vuelve a ser el de siempre: decidido, arriesgado y con ganas de volar

La pasión por la aviación ha devuelto a Manuel su carácter más auténtico. Enora y él están a punto de despegar para probar el avión que tanto trabajo les ha costado construir.

Mientras ambos se preparan, Manuel, con tono serio pero aún vacilante, lanza una advertencia que revela sus dudas: “Enora, todavía estás a tiempo de cambiar de opinión”.

Ella, decidida, se coloca el casco con firmeza y responde sin dudar: “Es lo último que haría”. Pero el joven, aún intranquilo, insiste: “Mira que si hemos cometido un error en el motor o en el ensamblaje, esto podría acabar muy mal”.

La joven lo mira sorprendida y le pregunta con cierta incredulidad: “¿Eso es lo que piensas antes de volar?”. Manuel se sincera: “No te lo tomes a la ligera. No quiero que te pase nada, Enora”.

La tensión va en aumento. Enora, visiblemente nerviosa, decide cortar con el miedo y enfrentarlo con determinación: “Vamos a despegar de una vez, quiero volar”. Ante esa reacción, Manuel asiente, respirando hondo: “Está bien… agárrate fuerte”.

El avión comienza su vuelo y, en cuanto están en el aire, los nervios se transforman en pura euforia. Enora, con una sonrisa que lo dice todo, grita emocionada: “¡Este es el día más emocionante de mi vida!”.

Ángela destapa la verdad y exige explicaciones

Mientras tanto, en la cocina, Lope, Curro y Pía debaten con preocupación sobre lo que el cocinero ha vivido en casa del duque. Lope rompe el silencio: “En esa casa todo el mundo le teme… incluido su hijo Federico”.

La conversación se interrumpe con la llegada de Ángela, quien irrumpe con una mirada firme. Pía intenta disimular: “¿Necesita algo, señorita?”. Pero Ángela va directa al grano: “Sí, necesito un poco de sinceridad”.

El ambiente se tensa. Pía trata de mantener la compostura y pregunta: “¿A qué se refiere?”. La joven, segura de sus sospechas, responde sin rodeos: “No soy tonta, doña Pía. Últimamente, ustedes tres están muy raros”.

Curro intenta minimizar la situación diciendo que no han seguido investigando, pero Ángela no le cree. “Hoy mismo estuviste a punto de golpear al capitán de La Mata”, le recrimina. Pía y Lope se miran, sorprendidos por la revelación.

La hija de Leocadia no se detiene ahí: “Quiero saber por qué están pasando estas cosas”. Curro, incómodo, intenta marcharse, pero ella lo detiene con firmeza: “Te vas, Curro, pero antes quiero una explicación”.

Finalmente, el joven se detiene, se vuelve hacia ella y le dice con sinceridad: “Tranquila, te la vamos a dar”. Y reconoce lo que todos sospechaban: “Estás en lo cierto. Hemos seguido investigando”.

Catalina, acorralada: su hija en peligro y sin médico disponible

La preocupación crece en La Promesa. La pequeña Rafaela, hija de Catalina, está enferma y su estado es delicado. Martina llega al salón con malas noticias: ha hablado con la mujer del doctor Palomino, quien le ha confirmado que el médico no se encuentra en Luján.

Adriano, cada vez más angustiado, pregunta si hay otro médico disponible. Martina responde con desesperanza: “Que no nos esforcemos. Ningún médico quiere venir aquí”.

Leocadia, en tono sombrío, murmura: “Lo que yo sabía…”. Adriano, desconcertado, quiere entender: “¿Y eso por qué?”. Martina le revela una posible causa: “Alguien les ha hecho saber que, si vienen a La Promesa, tendrán que atenerse a las consecuencias”.

El marqués no puede creer lo que oye. “¿Quién ha sido capaz de hacer una amenaza así?”, pregunta. Martina confiesa que no le han dado nombres, pero Leocadia no duda: “Todo apunta al barón de Valladares”.

Tensión desbordada: brutal enfrentamiento entre Curro y Lorenzo

En su despacho, Lorenzo espera impaciente. Al ver entrar a Curro, le ordena con arrogancia: “Sírveme una copa de lo que sea, pero ya”. El joven, molesto, obedece sin entusiasmo, y le entrega una pequeña copa.

El capitán, visiblemente alterado, lo toma como una burla: “¿Te estás mofando de mí?”. Curro, conteniendo la rabia, responde: “Solo le estoy sirviendo una copa, como pidió. Lo único que pretende usted es humillarme”.

Lorenzo no se detiene y lanza un insulto demoledor: “Eres un bastardo”. Curro intenta alejarse para evitar un enfrentamiento mayor, pero Lorenzo lo provoca aún más: “Te estoy hablando, lacayo. No pienso tomar nada que venga de ti”.

Con ironía, Curro le pregunta: “¿Requiere algo más el señor?”. Pero Lorenzo, con desprecio, sentencia: “Retírate”.

El misterio de Samuel se intensifica

Catalina agradece a María el haber cuidado de Rafaela durante su convalecencia. La doncella, siempre dispuesta, le dice con ternura: “Lo hago encantada, tengo alma de niñera”. La marquesa quiere llevarse a la niña, pero María le pide que no lo haga para no despertarla.

Catalina obedece y aprovecha el momento para compartir con María una noticia preocupante: “He llamado al obispado, como te prometí”. La joven la escucha atenta. “El padre Samuel no acudió a la citación… y lo más extraño es que nadie sabe nada de él”.

¿Un nuevo aliado para Curro en La Promesa?

Cristóbal Ballesteros, el nuevo mayordomo, sabe que Curro y Lorenzo han tenido un fuerte enfrentamiento. Se lo hace saber con discreción: “Conozco su versión de los hechos… ahora me encantaría oír la tuya”.

Curro asume que lo han denunciado: “Imagino que ha pedido mi despido o algo parecido”. Cristóbal, sin negarlo, responde: “Algo parecido, en efecto”.

El joven entonces se sincera: le cuenta que Lorenzo fue un mal padre, que maltrató a su madre y que ahora debe servirle como si fuera su inferior. El mayordomo lo escucha con respeto: “Entiendo que no fue fácil para ninguno”.

Curro, con la mirada firme, asegura: “Puedo soportar esto y más”. Las palabras de Cristóbal parecen insinuar un posible cambio en la dinámica de poder dentro de la casa.